Un pueblo como cualquier otro



Dicen que en realidad se parece a cualquier otro pueblo del norte de Europa, pero la verdad es que yo no lo creo así. Al menos los hechos que voy a representar aunque parezcan a simple vista normales encierran un lado oscuro bastante elegante.

Llegue un miércoles soleado a la hora del almuerzo cuando las campanadas de la iglesia anunciaban el paso del tiempo. Recuerdo que hacía calor y que fui el único en bajarme del tren. En realidad y ahora que lo pienso bien, los datos de mi llegada no tienen ninguna importancia ya que durante toda mi estadía tuve una extraña pero placentera sensación de estar viviendo un eterno domingo.

Cogí mi bolso y busque la salida adivinando los carteles en un idioma que me era extranjero. Al salir de la vieja estación unos taxistas aguardaban clientes recostados en el interior de sus vehículos. Una espera que parecía detenida en el tiempo y a la vez absurda ya que era el único pasajero que había decidido descender en el misterioso pueblo.

Su calles respiraban pausadamente y a la vez contagiaban su ritmo. Camine cargando con conciencia mis pulmones (por ahí había leído que utilizamos solo el 25% de nuestra capacidad pulmonar). El aire campestre endulzaba el andar y mis ojos comenzaron a recibir una inquietante presencia de un ausencia.








Paseo



Treppe



Los pájaros




Club de Tenis




6-2 / 5-6




Unidos al cruzar




Velocidad Máxima



Niños cruzando




Niños jugando




Bosque



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