Iquiqui

¡Iquiqui! ¡Iquiqui! ¡Ven aquí cariño, baja! ¡Ven con la mama! - gritaba una señora.

El llamado era contestado por un extravagante Loro que vaya a saber uno como, habíase escapado de su encierro en pleno centro Barcelonés.

El barrio estaba convulsionado y todas las miradas de los vecinos y los transeúntes casuales estaban puestas hacia aquel árbol.

¡No lo asusten! - suplicaba su dueña al ver que cada vez más personas se interesaban por la vida de aquel volátil animal. Mas no hubo quien al pasar no haya sonreído y hasta simpatizado con el ahora libre Iquiqui. ¡Vuela! ¡No les hagas caso, VETE! Gritaban por dentro.

Pero Iquiqui solo escucho el llanto de su dueña que apresurada se filtraba entre la multitud. Bajo lentamente, rama por rama y de un salto cayo en el hombro de su amo. La gente aplaudió, algunos volvieron a dormir la siesta y otros simplemente se quedaron pensando en la valentía de Iquiqui que habiendo conocido la libertad, volvió al amor en forma de jaula de su querida dueña.








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