"El gol que no festejé"

Un grupo de jóvenes de la ciudad de México nos estaría aguardando cerca de nuestro hotel. Eran estudiantes de bachillerato que realizaban distintas labores comunitarias como aquella visita a la cárcel local para compartir un día y jugar al fútbol con los casi setenta reclusos que habitaban el recinto.

Nos encontrábamos en México, en la región montañosa del estado de Guerrero a doscientos kilómetros del Distrito Federal. Este sería uno de los siete lugares en el mundo hacia donde nos embarcaríamos para capturar con una cámara de video la actividad del voluntariado[1].

Junto a los estudiantes nos apretujamos en la pick up huyendo de un calor sofocante y abrazándonos al fresco del aire acondicionado. Un tal Gerardo Escamilla nos conduciría hacia los confines de la ciudad acompañados por una dulce melodía mexicana. Gerardo era el Director de Proyectos de la ONG “Medicina y Asistencia Social” (MAS)[2]. Paradójicamente, el mismo estado que se nutre de una imagen paradisíaca con la bonita Acapulco, también da origen a Tlapa, una zona que lejos de ser un atractivo turístico, nos habla de marginación y extrema pobreza

La camioneta se detuvo. Un edificio precario, rodeado de alambre de púa enseñaba su condición: “Centro de Readaptación Social de Tlapa de Comonfort”. Un guardia un poco pasado de peso, bajaría unas escaleras hasta dar con nosotros. Gentilmente dejaría su arma a un costado y nos abriría el portón. Al subir las escaleras depositamos todas nuestras pertenencias y firmamos nuestra condición de “visitantes” en una especie de oficina al descubierto. Otro candado finalmente se abriría para cerrarse por un par de horas. Habíamos entrado al corredor principal de la prisión y los voluntarios, familiarizados con aquellas paredes, nos guiarían hacia el lugar de encuentro: el "estadio" de la cárcel de Tlapa.

Rodeado por unas precarias casillas, hogares de los reclusos, una cancha de fútbol cinco se abría camino en el centro del edificio. Como quien no quiere la cosa fuimos recorriendo los bordes de la cancha escoltados por un guardia curioso que simplemente quería ser un espectador más del cotejo.

Los reclusos comenzarían a salir de sus guaridas visiblemente emocionados por la visita. MI compañero de viaje, Dishad y yo habíamos decidido no perder la oportunidad de jugar al fútbol y vestíamos para la ocasión. Mi amiga Jane, la única mujer en todo el recinto, se convertiría en la encargada de filmar. Una tarea un tanto extraña ya que la más observada sería ella.

Y así fue como de la nada, seis estupendos jugadores se hicieron presentes vistiendo un conjunto deportivo con las siglas de la cárcel. Equipo que soñaban reestrenar en alguna ocasión fuera del presidio, esperando competir en torneos con la "gente de afuera", como ellos nos llaman. Se encontraban frente a nosotros personas que habían sido encarceladas por un simple robo doméstico y otras que cumplían condenas por cargos de asesinato y violación. Ahora, todos ellos aguardaban por el inicio de tan esperado partido.

Luego de la tradicional foto de los dos equipos juntos, un emotivo público brindó el puntapié inicial. La pelota se puso en movimiento y por poco más de una hora los allí presentes no pensaron en nada más que en el balón. Una experiencia inolvidable que recordaremos siempre. Entre goles, risas y festejos, el fútbol otra vez había fabricado un momento mágico

El atardecer marcaba el final de aquel partido. Los guardias trataban de culminar el juego antes que la noche le ganara al terreno. Todos gritábamos: -¡un gol más! ¡último gol! Nosotros no solo no queríamos concluir el partido, sino que también deseábamos convertir algún gol que nos quitara la vergüenza de terminar perdiendo por paliza. Ellos, simplemente no deseaban despertarse de aquel sueño y tener que enfrentarse nuevamente con su realidad, la de volver a una rutinaria vida carcelaria.

Pero el final llego y los saludos de despedida se transformaron en bromas que no lo eran tanto. - Vengan cuando quieran - ironizó el capitán del equipo -. Aquí nos encontrarán siempre.

Así fue como finalmente nos ganó la noche. Una vez más un guardia armado cerraría el candado, pero esta vez, nosotros estaríamos del lado de afuera. Ah, sí, metí un gol. De cabeza y cuando promediaba el segundo tiempo, pero no lo grité.


[2] www.mas.org.mx


México: Camino a la Iglesia

México: Medicina y Asistencia Social (MAS)


México: Tlapa de Comonfort

México: Ahuatepec



México: En las Sierras del Estado de Guerrero


México: Entre el Cielo y la tierra II (Versión Equina)

México: Una tarde de Agosto de 2002

México: Siesta

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